lunes, 4 de enero de 2010

De los gustos el reparto es libre, servirse es gratis.

Ayer coincidí con una vecina cuando subía en el ascensor al piso.

- ¡Hola! Tú vas al piso cuarto, ¿verdad? Me dijo.

- No que voy un piso antes que tú.  Le contesté.

-¡Ah!¡Ya sé! ¡Que flores más raras he comprado! ¡Huelen a coles! Si es la primera vez que las he visto y me gustaron. Pero no tienen olor, sólo un poco a coles. Siguió diciéndome.

- Tras mirarlas y acercarme para olerlas tuve que confirmarle sus sospechas.  ¡Su tallo era como el de las coles una vez peladas! ¡Y su olor semejante al de las coles!

A fín de cuenta le habían gustado, no era mi caso.

Sobre ella, anotar que es de esa clase de personas que sabes que viven en el mismo edificio, pero que te encuentras poco y más raramente aún cruzas alguna palabra, más allá del saludo formal. Cuando la he visto, me ha parecido intranquila y nerviosa. Conozco poco de ella,  vive con sus padres ya mayores y tiene al menos un hijo de ocho o diez años. No sé si está casada o si tiene pareja, siempre la he visto sola. Pero ayer tenía ganas de comunicarse, eso sí, sin perder su nerviosismo. Las flores habrán decorado su salón y se habrá sentido satisfecha pese a su poco atractivo olor a coles.

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