martes, 17 de mayo de 2011

Jacarandas


    Hay veces que pasas por los sitios y no te fijas en nada, vas tan sumido en tus preocupaciones que no ves lo que el mundo, la naturaleza y la vida te pone delante de tus ojos. Sin ir mas lejos, ayer mismo cuando pasaba por los caminos de unos jardines por donde suelo ir y venir a diario los días laborales, veo a uno subido en el poyete de uno de los estanques que allí hay, haciendo unas fotos al espacio abierto de la plaza que hay en esos jardines. Pensé para mis adentros que qué ganas de fotografiar aquella plaza a la que usualmente la veo como anodina, sin ninguna belleza ni nada de nada. Hay gente a la que le distrae fotografiar y quieren llevarse en la cámara cualquier pedazo de espacio que ven. Al pasar por su lado, ese hombre me  dirigió la palabra, con una dicción suave y agradable como si fuera argentino o uruguayo y muy educadamente me preguntó:
     - Señor, ¿sabe como se llaman esos árboles?
     Yo miré hacia dónde él me señalaba, y lo primero que veía a uno y otro lado eran palmeras de esas que se llaman washingtonianas, por eso lo miré y le dije:
     - ¿Qué árboles?
     Me parecía evidente que una persona que te pregunta así no podía preguntar por unas palmeras llamándolas árboles.
     Me volvió a indicar la zona frente a él, la que había fotografiado instantes antes. Yo volvía a ver unas hermosas palmeras y seguía sin poder creerme que se refería a ellas, así que antes de decirle que eran palmeras washingtonianas volví a insistirle:
     -¿Cuales?
     A lo que él con la misma dicción suave me aclaró:
    - Los de las flores.

     En ese momento vi que más lejos y por todos los costados del espacio abierto de la plaza hacia dónde señalaba aparecían unos árboles completamente llenos de flores de color morado claro, lo que llamamos de color lila. De inmediato le respondí:
     -Son Jacarandas.
     - Acarandas, me respondió.
     - Con jota, jacarandas. Le aclaré.
     Pareció tomar nota mentalmente del nombre.
     Yo seguí mi camino y me di cuenta de que llevo pasando días por allí y hasta que ese hombre no me preguntó por el nombre de esos árboles florecidos que a él tanto le gustaron, yo no los había visto.