martes, 30 de octubre de 2007

De jefa a jefe de jefe a jefa.

En mi nuevo trabajo, dio a luz la que acababa de empezar a ser mi jefa, eso supone cuatro meses de baja maternal más un mes por vacaciones, total cinco meses en los que yo por tener en el escalafón el puesto siguiente al suyo me tengo que encargar de parte del trabajo que a ella le correspondía. No es muy agobiante, hago mi trabajo y algo más pero no cobro más por ello, es un favor que le hago a la empresa. Pero digo yo, se acordarán de mí después cuando haya otro hueco para mejorar, cualquiera sabe, desde luego no lo hago por eso porque la experiencia en carnes ajenas me hizo aprender que después no suele haber correspondencia. Y lucho por no creerme ni acostumbrarme a lo que no es mío porque el tiempo pasa que vuela y después la volveré a tener de jefa.

Hasta pronto.

lunes, 29 de octubre de 2007

Romance de la pérdida de Alhama


Paseábase el rey moro

por la ciudad de Granada

desde la puerta de Elvira

hasta la de Vivarrambla.


Cartas le fueron venidas

que Alhama era ganada.

Las cartas echó en el fuego

y al mensajero matara.


Descabalga de una mula,

y en un caballo cabalga;

por el Zacatín arriba

subido se había a la Alhambra.


Como en la Alhambra estuvo,

al punto mandaba

que se toquen sus trompetas,

sus añafiles de plata.


Y que las cajas de guerra

aprisa toquen el arma,

porque lo oigan sus moros,

los de la Vega y Granada.


Los moros el son oyeron

que al sangriento Marte llama,

cuatro a cuatro y cinco a cinco

juntado se ha gran compaña.


Allí habló un moro viejo,

que de esta manera se expresara:


¿Para qué nos llamas, rey,

para qué es esta llamada?


Habéis de saber, amigos,

una nueva desdichada:

cristianos de braveza

ya nos han ganado Alhama.


Allí habló un alfaquí

de barba crecida y cana:

Bien se te emplea, buen rey.

Mataste los Bencerrajes,

que eran la flor de Granada,

cogiste los tornadizos

de Córdoba la nombrada.

Por eso mereces, rey,

una pena muy doblada:

que te pierdas tú y el reino,

y aquí se pierda Granada.


¡Ay de mi Alhama!



Anónimo de hace varios siglos

(con leves retoques de actualización de palabras)

lunes, 22 de octubre de 2007

¡ El domingo estamos de estreno !


El próximo domingo estrenamos en Sevilla el Metrocentro. ¿Qué será eso?

1.- Un nuevo centro comercial que abre en el centro de Sevilla con multicines, bares, cafeterías, galería comercial con todas las tiendas de moda y todo aquello que se le pega.

2.- Un nuevo magazine dominical que sale en Sevilla y viene a informarnos semanalmente sobre las actividades que podemos hacer para ocupar nuestro tiempo de ocio.

3.- Un tranvía que nos lleva hasta el centro de Sevilla a través de las nuevas calles peatonalizadas en un recorrido de casi kilómetro y medio.

4.- Un parque temático que, complementario a Isla Mágica, recrea en unas proyecciones en salas de cine como ha sido el centro de Sevilla en las distintas civilizaciones que por aquí se han vivido. Con efectos especiales realizados por George Lucas y música de Paco de Lucía.

¿Qué será?
Pues será será el tranvía del centro... Jajaja. Algo que nadie ha pedido y que ya veremos como resulta.
Hasta Luego

jueves, 18 de octubre de 2007

Me cuesta escribir y contar algo


Llevo un tiempo algo abatido y sin que tenga cosas que contar en el blog. Es curioso pero cuando estoy con los amigos o conocidos siempre surge tema de conversación, hablamos de Alonso y las cosas que le pasan, de los partidos y equipos de fútbol, de cosas que nos suceden o presenciamos, de lo que hacemos y, de vez en cuando, de alguna que otra que vemos pasar que nos distraen de nuestra conversación. Siempre hay algo que contar o de lo que opinar, y cuando no pues nos reimos de las obras del metro que están haciendo en Sevilla, de los carriles bici o de como aparca la gente por aquí donde le da la gana. Jajaja. Y nos reimos, pero después no me sale ningún tema para contar en el blog, debo de estar bloqueado y desde luego como digo algo abatido, ¿por qué? Por temas laborales que no avanzan como deseara, porque veo que se cargan a mi ciudad. A mi país tampoco le veo muy bien el porvenir y al mundo muy liado. Si nosotros no nos apiñamos y trabajamos y unimos nuestros esfuerzos, entonces adios y muy buenas, desapareceremos como civilización. Y que conste que no soy pesimista que me río de muchas cosas pero creo que esta gente están pudiendo conmigo.


Para consolarme, con otros tiempos mejores y no tan lejanos aquí dejo una imagen que tomé en Nueva York este verano desde el Empire State Buiding, se observa la inconfundible silueta del Chrysler Building.

Saludos

lunes, 8 de octubre de 2007

Un recorrido en el bus

Hoy he ido al trabajo en el autobús, me he liberado de las tensiones del tráfico y algo de las mías también. La verdad es que ayer tuve un día no muy bueno, con un problema por una cosa absurda que, no se sabe por qué, se saca de sus términos, que no sabes ni por qué sucede, pero que te lo encuentras ahí. Bueno, son cosas que mejor es olvidar. El caso es que salí de casa muy temprano, como de costumbre, pero alicaído, triste y tenso. Vista mi situación emocional lo mejor era no coger el coche porque no iba en mis mejores condiciones de atención y reflejos para ello. En el viaje, con trasbordo incluido -debo coger dos autobuses-, he tardado sólo diez minutos más de la hora a la que suelo llegar y me he permitido ver a otras personas que las usuales del día a día, tanto a la ida como a la vuelta. Comento que me ha sorprendido ver como el carril bici por la ronda histórica iba a esa hora con bastantes ciclistas, porque por otros casi no se ve circular a nadie.

Pues bien, voy a pasar a contar lo que me ha movido hoy a escribir.

A la vuelta, a mitad del recorrido del autobús circular en el que iba, ví que subía al autobús una mujer joven ciega con un estupendo perro lazarillo de color negro. Yo iba sentado en un asiento de preferencia para personas con discapacidades y me levanté antes de que ella subiera, apartándome de la zona. Al rato ojeo y veo que no se había sentado sino que iba de pié y el perro echado en el suelo en una zona donde no molestaba ni podía ser un estorbo, estando echado atento y muy tranquilo. ¡Qué bien adiestrado y de qué buena raza son esos animales!

Le había visto los ojos a la muchacha ciega, eran muy singulares, muy juntos, pequeños y daba la sensación de tener una expresión de pena, que hoy congeniaba con la mía. Sin prestarle más atención me fui hacia la puerta y me bajé en la siguiente parada. Caminé y llegué hasta la otra parada en la que debía tomar el segundo autobús. Al poco de llegar me fijé que el panel electrónico indicaba que faltaban cuatro minutos para que llegara el que yo esperaba y, que en ese intervalo de tiempo, iban a pasar otras tres líneas por allí. Al instante observé a la gente de la parada y aprecié entre ellas a la muchacha ciega con su perro. No me dí cuenta de que se bajó en la misma parada que yo. Debiendo de andar muy deprisa para llegar allí casi a mi mismo tiempo. Atención que debió sortear un carril bici, varios contenedores de papeles y vidrios, postes varios, papeleras, etc, cruzar dos importantes avenidas con mucho tráfico, un cajón de obra del metro -espero que algún día pueda decir que ya tenemos metro- y llegar a la parada, todo ello sin ver y con la sola ayuda de su perro guía. Sorprendente pero cierto. Mientras esperabamos, cuando oía que llegaba un autobús la muchacha sin moverse preguntaba, en voz no muy alta, si era el número de línea que ella esperaba -casualmente preguntaba por el mismo que yo debía coger-, pasaron tres autobuses ninguno era y al llegar el cuarto le indiqué, antes de que preguntara, que ese era el que esperaba, se le notó algo de alegría de verse atendida así, se acercó hacia donde estaba, allí estaba también la puerta de entrada al autobús, se lo indiqué y subió agilmente con la única ayuda de su perro. Volvió a quedarse de pié y el perro echado en el suelo donde no era un obstáculo para nadie. El autobús se saltó alguna parada y, sin embargo, supo cuando le tocaba bajarse, justo en la parada anterior a la mía. Como digo se movió con el autobús todavía en marcha, buscó asirse a una de las barras y cuando se abrieron las puertas bajó, subió a la acera, esquivo -gracias al perro- una papelera y una farola y siguió hacia su casa. Me quedé sorprendido al ver la capacidad de la muchacha ciega para valerse con esa falta tan grande que tenía, y admirado de ver esa fortaleza interior para sobrellevar su dura situación y ser capaz de moverse entre las calles, cruzarlas, encontrar la parada del autobús, subirse y bajarse de él, y llegar a su destino.

Hoy he comprendido lo inconmesurable que es la fortaleza humana, que puede con casi todo. Y he recordado que nunca apreciamos bastante lo que tenemos hasta que sabemos que nos falta.

Desde aquí mis mejores deseos a esa desconocida chica ciega, que sin ella siquiera saberlo me ha permitido ver y demostrado lo grande que es la ilusión por la vida.

Hasta luego