Hay un mundo de claves para nosotros, para garantizar la seguridad y confidencialidad de nuestros datos, de nuestro trabajo, también de nuestras cosas. Cada vez son más abundantes, en nuestro ámbito personal o particular y en el laboral. También se nos solicita que sean más sofisticadas, nada de palabras conocidas, nada de fechas de nacimiento, boda u otras que pueda suponerse que memoricemos. Deben de ser la combinación aleatoria de números y letras y que no formen palabras concretas. Además esas claves deben de tener una longitud mínima y nos solicitan que sean actualizadas cada cierto tiempo, con lo que hay que ir cambiándolas.
-¡Olé ya me sé la clave! -¡No, no puede ser, me pide que la cambie! - ¿Cuál pongo ahora!Esto se repite más de una vez, y a pesar de ello, y quizás porque así todos, casi como con un llavero gigantesco, podemos sentirnos dueños de nuestro pedazo de este mundo, del de los bytes -y del otro también-, existen múltiples ingenios para copiarnos las claves o para coger datos de nuestra actividad en el ordenador.
Hoy en día los programas tipo spyware infectan muchas páginas web y muchos correos no solicitados y, al visitarlas o abrirlos, se instalan en nuestro disco duro.
- ¡Y sin pedirnos permiso!Yo mismo me he llevado una sorpresa, tras descargar y pasar un programa anti-malware en mi ordenador, de que le detectara dos entradas “
de viles-programas de ese tipo”, recomendándome que las eliminará. Lo que hice al instante.
Contento con eso se lo recomendé a una amiga y a ésta le sacó un montón más que a mí.
-¡Cómo está la red!Hay que vigilar las páginas que se visitan y usar con cierta frecuencia programas que detectan esos
viles-programas, como yo digo, porque la red está llena de ellos.